Esta vez el deseo es no estar allí, pero ese mensaje debe funcionar como manotazos de curiosidad para el otro y porque no alimentarlas con un tibio: “¿qué pasó?”
De regreso se pregunta: hace cuanto que ese camino no le pertenece?, cuantos días pasaron desde aquella tarde en que volvió a reencontrarse?
Vuelve escuchar: “te brillan los ojitos bobito” en boca de desconocidos y corre al baño mas cercano para encontrar un espejo y poder afirmarlo.
Ya no se sienta en un café esperando la lluvia tan solo para cumplir el capricho de ver la gente corriendo tratando de cubrirse.
Ahora corre inventándose autos que están por cruzar en medio de una lluvia fina, sus discos empezaron a sonar sin función random, volvió a pensar con corazón de chocolate y hasta tiene un jardín con ruedas que lleva un bolso lleno de predicciones.
Empieza a sonreír, aunque aun esa sonrisa tenga el tamaño de una ventana de chat.
Escucha a los demás, pero sus latidos solo activan su velocidad, y está decidido, porque quiere que todo, como el mundo empiece a girar, no quiere mas función pause en su vida, quiere tardes, noches y madrugadas como previas a esas mañanas donde los ojos no solo se oculten atrás de sus anteojos. Quiere las bebidas de su bar preferido derramadas en su cuerpo, y aunque sabe que quizá no falta millones de años luz, no se detiene porque esta seguro que hasta el universo empieza a complotar.
Empezó eso que llaman todos con diferentes nombres y quizá necesite su nuevo lugar.
Por eso va a tomar su monopatín para ir a buscarla.
Va a dejar que se vea sonrojada en sus ojos, y no más en silencio piensa responderle: a cualquier lugar.