lunes, febrero 22, 2010

Ampas de gloria

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Miedos que llevo conmigo desde mi niñéz me acompañaron hasta el esperado encuentro. 7 días y 7 noches de anhelos y esperanzas, de inútiles inquietudes y nulas certezas que flotaban en mi mente y daban libertad a mi infantil ilusión. El valor infundido por mis colegas, tomó posesión de mis movimientos y esquivando formalismos para ingresar en su mundo, me coloqué en su perspectiva. Supe que estaba ahí aun antes de mirarla. Sentía como su risa contagiaba mis labios sin haberla siquiera escuchado. Millones de preguntas alcanzaron su meta rozando en el camino los bordes de mi ego. Un escalofrío sobre mi narcisismo me obligó a girar la cabeza hacia otro horizonte para ocultar mi debilidad ante ella.

La esquivé.

No fue escapar. Tenia que detenerme a pensar como generar ese cruce perfecto entre ambos, perfecta fusión de miradas en un mismo campo visual. Así que la observé desde lejos. Saboreé el éxtasis de controlar sus movimientos con mi mirada mientras ella solo derrochaba simpatía entre los invitados. Bochornoso efecto en mi falta de improvisación me obligó a acortar las distancias entre nosotros. Tuve que dejar transcurrir el tiempo con la misma frialdad que lo hace un reloj de arena hasta que nuestros cuerpos no pudieron evitar encontrarse en la inmensidad del salón.
Y aquí estaba ella en el ojo del huracán de mis sentimientos más antiguos. Alejando los miedos y reduciendo los espacios. Mirándome de reojo, demostrando que la debilidad es mutua en estas vergonzosas situaciones.
Me sorprendí al escuchar mi nombre, transmitiendo con su tono de voz, lo que algunos tardan años en plasmar en un libro. Esa emoción ingenua. Esa carga emotiva que produce bienestar en cualquier alma solloza.
Antes de que pudiese pensar en una forma de sustituir banalidades y quebrar nuestras torpezas, puso sus brazos sobre mi cintura y su mejilla contra la mía. Fue una unión perfecta entre dos perfectos desconocidos. El calor tomaba protagonismo en mi cuerpo demasiado rápido como para hacérselo notar, ni aunque hubiese sido mi intención. El aire que ella respiraba era el mismo que expulsaba sobre mi complacído oído izquierdo.
Sin haberme permitido siquiera pronunciar una sola palabra, se alejó de mí velozmente. Sus brazos se separaron de mis caderas y no pude retenerlos pese a la fuerza con la que los sujetaba. Quise moverme para buscarla pero mi sorpresa fue total al descubrir que no podía levantar mis pies de aquel traicionero suelo. Su abrazo había fundido mi cuerpo contra el piso y mis esfuerzos por separarlos no dieron resultado. Estiré los brazos como si fuese a alcanzarla pero ella ya estaba lejos pese a que mis esperanzas de retenerla lo negaban rotundamente.

Minutos trajeron paciencia y claridad a mi mente y tomé la decisión de esperarla sujeto con mis pies al piso. Ella volvería al mismo sitio donde ese primer encuentro dejó una sonrisa dibujada en mi rostro aquella noche. Y si eso no sucediera, fundiré mis manos al piso para evitar que otra persona intente abrazarme y borre el olor de su perfume en mi mejilla.



1 Response to Ampas de gloria

carly
22/2/10 17:35

hermoso lu... ya lo dije y lo vuelvo a repetir... de una poesia y una metafora impecable...
gracias

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