Llegó a su casa, encendió el reproductor de su computadora y empezó a ver sus fotos, a admirarla desde lejos, desde una posición que hace mucho había empezado a detestar.
Se detuvo porque el alerta de -conectada- titilaba y empezó a dominar su temor. Después de unos minutos hablaron, pero esta vez fue diferente. Pedro había tomado la enorme decisión de confesarle todo lo callado hasta ese momento. No le importaba su actual fuckin' estado sentimental, le corrió un leve frio por el cuerpo y se atrevió. Cobardemente no quiso llamarla, ni le dio tiempo a alguna respuesta. Solo llenó la ventana de charla de su tan esperada (por el) confesión.
Después de la descarga, la respuesta fría de Sofía solo pasó a ser estado: Desconectado.
Para sorpresa, o no, de él; había un nuevo correo en su bandeja de entrada.
Asunto: ¿Nuestra historia?
Era enero y ya habían pasado varios días en los que ese “lo imposible solo tarda un poco más” yacía inerte en el fondo de su lista de contactos. Era lo mejor de ese resto, de “su resto”.
Sin embargo en su cabeza rondaba la idea de que si lo imposible iba a aparecer algún día confirmando la ilusión de lo posible. Cuando creés que algo llega y al rato lo hace para volver a partir, nunca terminás de alcanzarlo. Simplemente sentís esa extraña sensación de extrañar y así verte más vivo.
Eso es lo que su cuerpo de violentas mariposas percibía de sobra, aparentemente. Su “web-love” era un mapa de libertad trazado en todos los recovecos de su persona. Sucesión de pensamientos calculados y no mal pensados, insolentes pero pasionales.
No se conocían o sí, ¿quién podía determinarlo?. Solo creían en ese encuentro imaginario que cultivándose por un tiempo finalmente se concretaría. La fantasía nos lleva a un terreno de lo inalcanzable pero posible, donde voy y vengo, me acomodo o me desacomodo, donde el libre albedrío de ideas hacen un festín.
Volvemos a la realidad y los amores imposibles están ahí.
Era su amor imposible pero, por un momento, la realidad transportó su ser a un banco frente al muro que separaba al parque con los demas, su cabeza concentrada en la lectura de un libro que ya no recuerda de qué trataba, pero que seguramente habría sido la lectura más reconfortante y eterna a la vez.
Un “ya estoy muy cerca tuyo” los vio mirarse el uno al otro a distancia, sus pasos seguros, tanto como sus miradas. “Esa” mirada no la olvidaría jamás, cristalina y efervescente, tierna e intimidante, esa mirada... Espejo de su ser floreciendo con cada destello de su retina.
Y ahí creyó saberlo y sentirlo todo.
Sus ojos no podían mirar “esos” ojos, su corazón estallaba, todo había concluido con un gran beso siendo las papas fritas y un vaso de Coca sus espectadoras.
Quedaría cristalizada esa imagen en lo que, mas adelante, diría “no entendías mi incomodidad porque nunca supiste lo que en mí generabas. No podía nada, porque vos eras mi todo”.
Y luego, vino la confusión que todos conocemos; también vino su partida.
Su viaje se llevaría la rabia,
los malos entendidos
también sus palabras,
las imágenes,
trozos de canciones,
esos juegos ocultos,
la complicidad,
las sonrisas,
los silencios y
todo eso que los hacía ser.
En una madrugada de día de semana con la jornada laboral alcanzándoles los párpados cansados, se llevaría ese amor idiota recreado en su cabeza pensando que llegaría a tiempo lo imposible retrasado. Recordaría además que ambos no volverían a ser los de antes y es que ya hace meses que sigue en el fondo de sus contactos como si el frío hubiese congelado la escena y su mirada hubiese penetrado ese nombre y apellido que sigue ahí, sin movimiento.
Alguien dijo que la cabeza tiembla cuando el corazón late. Pero el cuerpo también se desvanece con cada partida, con cada amor, con cada frustración…
Buenas noches y hasta luego.
Después todo fue silencio y gris para él.
Pedro y Sofía, esta vez jamás fueron Pedro y Sofía.