lunes, noviembre 23, 2009

(Dentro mío) Un lunático canta...

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Tanta experiencia juntaste y a la hora de volver a repetir la escena no recuerdas siquiera la letra. No es una joven amnesia. Ella tiene cierta elegancia a la hora de llegar tarde a tu propio juego por lo que se te hace difícil recurrir a tu libreta de anotaciones. La misma que está llena de garabatos y notas acerca de cómo no volver a cometer una y otra vez los errores pasados. Sus artilugios no conocen aduana en su red neuronal, la cual conecta con el corazón de manera distante y hasta confusa, sin mapa que pueda mostrarnos el camino o asistencia que esté dispuesta a indicarnos la ruta mas corta. ¿Estará escondida en tantas dudas que genera, la simpleza de su accionar? ¿Bastará con apagar los instrumentos, abrir el vidrio de la cabina y confiarnos en poder planear? Pasé noches frente a una hoja intercambiando palabras para lograr las rimas mas lejanas e intrincadas que jamás se hayan escrito y quizá sea un breve cuento lo que ella esté buscando en este agotado y rendido haragán. No puedo detectar el momento en que robó mi papel en la obra pero cuento los minutos de reojo hasta que llegue el próximo acto mientras recito mis palabras al pie de la letra, quizá dos oraciones permitidas a la improvisación. Quien fuese que haya escrito este libro, sabía de sus planes y los está cumpliendo a la perfección. El mensaje sin respuesta, el solitario tono de mi teléfono al marcar su número, la cobarde invitación, el rechazo dando pie al primerísimo primer plano de mi cara. Una, dos, 3 veces. La vida en sociedad, el miedo; primero en decir presente, las distancias en lo visceral y el tiempo que no pasa. Sobre este último escribí un capítulo entero donde habría una máquina del tiempo, lo infiltraría dentro del libro y plasmaría así en la ficción lo que no puede agilizarse en la realidad. O mejor debería volver a los orígenes, todo lo volví tan analítico como de costumbre. Tan armado de frases hechas que olvidé mirarla a los ojos. Entender que el calor de sus manos podía reconfortar hasta al preso menos dichoso, aquel que es culpable de su silencio y no de sus actos. Secar sus lágrimas con mis manos y dejar de explicarlo todo por un momento. Escucharla. Rendirme ante su juego. Perder por una vez en la vida.





( So lift off love... )

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